lunes, 18 de julio de 2011

REYNALDO JIMÉNEZ (LIMA, PERÚ, 1959)

1.   

 qué objetos te acompañaron toda tu vida?

(a) Un casco “de romano” de plástico (de entrada, recuerdo, perdió el copete) para la cabeza de un chico de cuatro años y su correspondiente escudo (un águila emblemática, sobre el falso bronce). Regalo de mi papá la primera vez que nos íbamos a separar por tiempo indefinido, Nueva York, 1963, aeropuerto, mi mamá y yo embarcando hacia Buenos Aires. (b) También, de esa misma época, el collage que armé en el suelo y mi mamá pegó sobre un panel, tres personajes hechos con maderas de colores y otros objetos (broches de ropa la tapa de un frasco, la tapa de un pomo de óleo de mi papá): precisamente una familia de tres. El pollo (su cuerpo es una rueda de tren antiguo amarilla), el oso (flaco como una flauta de cuatro notas, con anteojos) y la coneja (impasible, perdió ambos brazos con el tiempo).


2.    sentís presencias, voces, músicas del trasmundo?

Sí, pero “en éste”.


3.          qué pensás de la rosa, los anillos, el mar y los tatuajes?

La rosa me recuerda sobre todo a Martín Adán, de quien la extraigo en esencia para mi experiencia como una de las tantas materias de su trato con el misterio de estar, sabiéndolo, y decirlo por escrito. El mar, imán infinito, despertar de los sentidos, oración devocional. Nací a unas cuadras del mar, en Miraflores, Lima. El año nuevo de 2000, en Rocha, en la costa uruguaya, “realicé” que hacía diez años que no había vuelto al mar. Desde entonces trato de acercarme al mar, adonde sea, al menos unos días al año. Recuerdo playas del Perú, especialmente Máncora (fuimos con Gabriela y Clara en nuestro invierno sureño del 2009). Me encantaría morar a su vera, muchos años, hasta radiar su imperceptible dentro. La combinación mar-bosque es el espacio natural que más me llama. Y el calor, con el mar cerca. Por su parte, los anillos me atraen a veces, en ciertas manos, pero en las propias me oprimen, así como cualquier otro adorno corporal. En eso incluyo a los tatuajes, ya que cuando acudí a esta palabra estaba más cerca de los tatuajes interiores que de los ostensibles.


4.          cuál es tu superstición?

Por primera vez se me hizo muy nítida esa palabra al escuchar Artaud de Spinetta, en 1973 (mencionar el año, desde Argentina, no es arbitrario). La canción “Superstición”, precisamente. Si me atengo al sentido en que la contracanta Spinetta, se trata de una instancia colectiva muy difícil de evitar. Un estadio de la conciencia general, para mí indeseable. Nuestro momentito cultural (que pretenciosamente llamamos época) de hecho se retroalimenta con la superstición de su propia existencia. Siendo, en el desfondo, y afortunadamente, indefinido. Sin posibilidades de antemano. Como la vida, en fin. Pero superstición para uno podría ser creencia para otro, ¿no? Y ahí ya no sabría entonces reconocer si tengo una (espero que no). Menos aún, definirla.


5.          en qué parte del cuerpo, el aire o el paisaje sentís la poesía?

En la boca del estómago, la emoción o más bien la nebulosa emocional desde la que escribo, incluso a mi pesar. Late fuerte y no deja de ser una perturbación (el “susto” ancestral que, dicen, da origen al pensar, la percatación corporal de esa necesidad del ser) en cierto aspecto. Pero también: en la yema de los dedos, al momento de sentarme a escribir, como una emanación física muy sencilla y ya desde ese placer, por cierto, el de ver surgir. En cuanto al aire, abarcaría varios cuerpos que salen y entran por “mí”. Y ahí ya no sabría responder, de nuevo. Aunque no creo en “el paisaje”, en tanto concepto-síntesis de un lugar (sabiendo que todo lugar permanece en continuo movimiento, sólo que en otra velocidad que la percepción). Siempre que me conmueve un lugar (y esto pasa seguido: puede ser un bello ámbito o el prodigio de un rincón inesperado, incluso insignificante para otras personas) es una instancia involucradora. Tiendo a mezclarme ahí, algo se me escapa gratamente. ¿Qué será?


6.    escribís mientras escribís o antes o después?

     ¡No sé si todavía empecé realmente a escribir! Pero sí, el proceso creador está siempre en marcha. Haya o no haya letras en un papel. Está la palabra y sus intersticios como una línea conciente y aceptada.


6.          qué autores no releerías?

Uf, qué pregunta brava. Tiendo a borrar. De por sí mi memoria es débil, tiendo a inventar lo que leí en mi “recuerdo”. Sobre todo si me llegó. Lo otro se me despega. Muchas cosas no releería simplemente porque no me convocan más, o porque están digeridas de algún modo y en su plano de interés (dentro de mis limitaciones personales, claro). No lo veo por el lado de los autores sino de las obras. Además me “falta leer” muchísimo y lo angustiante de esta locura de leer es la certeza de su inagotable fuente. Que nunca alcanzará el acorde temporal para siquiera asomarse a tanta vida. Aunque saberlo, a la vez, es un aliciente sutil y aguzante.


7.          de los poetas que conociste cuál, cuáles te parecieron que unían su vida a sus palabras?

Javier Sologuren. Néstor Perlongher. Francisco Madariaga. Emilio Adolfo Westphalen. Roberto Piva. Aldo Oliva. Jorge Zunino. Enrique Blanchard.


9.    qué, quién, quiénes escribe en vos?

     Sonará trillado, pero ¿quién sería yo para decirlo?


10.          vuelven algunas palabras, algunos temas o algunos climas?

Constantemente. Muchas/os. Desde hace años tengo la sensación de que estoy nada más escribiendo capítulos o tramos de un solo libro, o el diagrama de un libro imposible: especie de volumen bastante deforme, un mamotreto de voces, un arca de anamorfosis, una nave de palabras para embarcar ciertamente pocas cosas. Advierto la presencia de algunos personajes: particularmente la reaparición o la insistencia del vago, o más bien el desharrapado inmemorial, la mancha humana semoviente, metamorfoseado en sucesivos linyeras, leprosos, apestosos, saddhus de la India, gatos nocturnos, el que revuelve los residuos, el que atraviesa los restos como pan cotidiano. Algo así. No son poemas sobre tales personajes, sino que éstos aparecen de pronto en los recodos insospechados de ciertos versos, en recurvas de poemas donde se traman distintas cosas. No sé qué representa ni a quién refieren exactamente esas insistencias. Las dejo venir. Hay otras, por supuesto. También hay recurrencias climáticas, como en todo el mundo. ¿Se puede llamar a esto una temática? Sí, en la medida del entrecruzamiento, como un tejido (alfombra voladora, sinfonía cenestésica) de temas que enhebrarían una “vida”. Un acechar desde ahí. Un deseo fuerte de compartir eso-enigma.


11.    en tu vida, la poesía como propósito, destino o circunstancia?

Todo eso. Nada de eso. Un voluntario hacer, una inevitabilidad, un ir no siempre claro. Un deseo que se impone. Una necesidad de transformar. Un intento de ampliar lo circunstancial meditando la letra. Elección. No elección. Posibilidad. Entusiasmo, “dios adentro”. Pálpito. Cultivo. Amor.


11.          qué quisieras leer mañana, que quisieras releer para siempre?

Ciertos ojos, los árboles, los animales, las piedras, las playas, los bosques, las nubes, las voces, las músicas, el fuego, los espejismos, los matices.


12.          qué pensás del romanticismo alemán?

Marca indicial. De muy joven leí El alma romántica y el sueño de Albert Béguin. Lo he releído varias veces. Como todo lo que me importa a la hora de leer, me instiga y me vuelve a derrotar. Y me vuelve a instigar. Y así, en ese efecto residual de las lecturas, rotativamente deshablando, hilo alguna cosa, una “lectura”. Por cierto y ya entrando en autores: Hölderlin. Novalis particularmente. Intuidos, claro, mediante traducciones. Luego la señal hacia Nietzsche y los franceses aquellos que ya sabemos, incluyendo a un franco-uruguayo. Desconocer hoy el romanticismo alemán, como tanto ocurre entre quienes dicen frecuentar la poesía, es todo un síntoma de trivialidad ambiente.


14.    el silencio, la soledad, la transparencia, el orden, adentro, afuera, a veces, nunca ?

     Busca infinita de silencio. Esa claridad del adentro pero en relación con una calma en los objetos, si es posible lejos o fuera del radio de influencia de cualquier mecánica o sus útiles elementos, lo machacón y urbanita a expensas de una sinfonía que va por debajo de esos sietes (máquinas y parla y parla y máquinas) en la superficie del silencio. La soledad como una bendición, aun cuando a veces sea un estilete en las costillas o una patada en el cuarto trasero. Transparencia en cuanto condición de la atmósfera en consonancia con el alma, bien a la manera de un Rothko, por ejemplo, que pintaba, no la correspondencia, sino la ecualización, entre esos supuestos: exterior/interior. Adentro, sí. Y si afuera, mejor. También. Difícil eso, sin embargo. A veces, hay.


15.          qué fue lo imposible?

Multiplicar el cuerpo, ser invisible. Aunque un par de botas abrigadas no vendrían mal en estos momentos.


16.          la poesía es un arma cargada de futuro, pasado, eternidad?

No podría asociar a la poesía con ningún tipo de arma, ni siquiera las metafóricas (no menos letales). Nada más lejos, en la poesía, de la intención de causar heridas. (Bueno, algunos casos habrá.) La poesía puede ser una forma sincrónica de telepatía. Entre el desconocido de sí y el otrosí.


17.          la poesía es literatura?

 Y… no. No.


18.          qué lugar ocupa la poesía argentina en Latinoamérica y en la lengua castellana?

No me convoca lo de poesía argentina si que demarca de antemano y territorialmente para abarcar, allanando moradas y obturando fugas, una diversidad de singularidades y hasta de inconciliabilidades (lo cual, remirado, podría ser una poderosa y bella perspectiva de incógnita a seguir explorando: el hecho de que el panorama poético encaje en alguna coherencia definitoria). El eslabonar: argentina-latinoamérica-lengua castellana, se me hace encerrona, no me deja escuchar lo que escucho (respirando ahí) cuando leo a ciertos expansores-condensadores desmarcadamente, por la resonancia (el vaivén) en sí, que ellos y ellas propician. Éstos amplían la preconcepción, lo nacional o regional o idiomático, en vez de cercarlo. Más bien diría que los poetas que me interesan son aquellos que vienen a ser los que de la lengua (general, regional y local) hacen otra cosa. ¿Y la lengua poética? Ya ni castellana pudría ser. Ya ni lengua llana. Menos todavía allanada en la alienación subrepticia de lo autoafirmado desde el recorte, desde el ceñir, cualquiera sea, las voluntades. Las del almacuerpo, digo. Las del gesto entero. El que se busca en alguna integridad. (Tantos decretos de inexistencia…) Es eso de que cada gajo del árbol “poeta” nos entusiasma a tener que seguir aprendiendo a leer. La beneficiada probable sería la escucha, ese punto en la nuca del que está leyendo, su punto de consonancia, su resonador intrínseco, su acceso al cosmos, su danza ante la vidamuerte, más todo aquello que, precisa y no justamente, las restricciones a la sensibilidad obturan de continuo. En tal recodo del arroyo, veo a la lengua poética en su nadar patilludo, en cualquiera de sus variantes, vuele o no vuelva, repte o rectile, como una insurrección a esas restricciones y supuestos de preexistencia que aglutinan el blablá que nos distrae, incluso en nombre del Arte y la Poesía. Pero es que el tópico continental, el hecho de estar en esta concreta tierra, que tanto maltratamos desde el podio antropocéntrico de casi siempre, y lo veo como una bendición, conjura, evoca lo que no está definido todavía. Siempre a lo desconocido, oraba José María Eguren horadando a Baudelaire (y uno, aquí lorito).


19.    cuáles poetas argentinos te parece que deberían estar y no están?

     Los desterritorializados, pese al engorro frigio que le produce a la lengua utilitaria tratar de pronunciar en voz alta este neologismo, son los que me interesan. Y ésos no están en los códices de la poesía argentinista o argentinizable, ni argentinesca o argentinoidea, argentérica, argentable, ni, lo que no sería preferible, argentinante. Algunos otros, emperrados en armar los mapas de la poesía argentina (¡y duermen bien!) me resultan lejanos: por su capacidad manipuladora del recorte y por esa necesidad un tanto pateta de inventariar e inventariar, reduciendo todo lo posible a nóminas, cuando no a listas (incluyendo las negras). Como en todo esquema, réplica o reducción del “teatro de la vida”, en la poesía argentina están todos los que tienen que estar, los que quieren estar ahí. Incluso como outsiders de lo mismo. Voto porque cada lector que lo desee continúe armando tranquilo sus propias constelaciones, que vaya nomás “por apetencia” como decía un habanero. Los mapas los arman los que siempre llegan después. A cambio, inserto esa sugerencia al pasar de Leminski, cuya joya medularmente irregular titulada Catatau me encuentro traduciendo en estos mismos momentos-meses: “No todo maestro es próspero. Algunos cultivan artes sutilísimas. Esos, a veces, no tienen apóstoles. Son los últimos pioneros.”


20.    alguien te llevó o fuiste solo a esa palabra oscura?

     ¿Pero por qué oscura? En fin, había libros de poesía en mi casa. Trilce. Una antología de Eguren. Los beats. Etc. Nadie me dijo entonces o nunca que la leyera en particular, menos que la escribiera, pero ahí estaba la poesía. Después de muchos libros, los libros fueron pequeños receptáculos de una corriente que podía estar en cualquier parte.


21.          fuera de la poesía qué campo del arte te interesa?

El “arte”, no como una zona de la “cultura”, sino en tanto pensar en devenir. A través de distintos lenguajes: palabra, imagen, sonido, movimiento, fijación, superposición, mezcla, edición, contaminación de los sectores cerebrales y hasta de los hemisferios, invento, fuga. Viaje.


22.    la poesía es una tarea del espíritu o una emanación de la historia ¿hay espíritu, hay historia?

Bueno, acá me agarraste desprevenido. “Tarea del espíritu” sinceramente me queda grande. Me da un poco de frío, incluso. “Emanación del espíritu” ya me da ganas de tocar, aparece por ahí un mechón de textura. Historia, la escribirán los que crean en ella (hablando de supersticiones…). Si habrá poesía, habrá algo más que historia, relación-de-unos-hechos, lectura-de-causas-y-consecuencias, con el poder como eterno protagonista a través de sus infinitos avatares y contraespejos, habrá, esperemos, más bien aparición insurgente de indeterminaciones y desplazamiento amoroso de todo residuo binario, de toda mentalidad.


22.          cuál es la mayor dificultad en la relación existencia-poesía?

¿Estribaría en qué, la dificultad? Cosas que no alcanzarían a decirse. No dependieran de la idea. La existencia de por sí de una complejidad arrasante.
Recuerdo a Jean Genet y su funámbulo: “No sé a qué dios vas a dirigir tus habilidades, pero necesitas uno. Quizá a aquel que hagas existir durante una hora y para tu baile.”


23.          quisieras responder otras preguntas, quisieras hacer otras preguntas?

Me gustaría preguntarte a vos, Alejandro, qué te lleva o trae a enhebrar este cuestionario y armar en consecuencia esta colección tan inusual.

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