sábado, 19 de noviembre de 2011

REYNALDO URIBE ( PERGAMINO,PROVINCIA DE BUENOS AIRES,1951)




Querido Alejandro:
Aquí me enfrento a tu cuestionario, dispuesto a responderlo siguiendo al pie de la letra tus consejos: “no es necesario responderlas todas ni atenerse estrictamente ¡¡¡por dios!!!”; es mejor así, las preguntas huelen a reportaje, algo protocolar que no está en mi.
Es más cómodo charlar, y contarte que después de más de 25 mudanzas hay objetos que me siguen acompañando: una biblioteca que perteneció a mi viejo,  una bombilla (único rescate de mi primer matrimonio), algunos libros que no quieren irse, mis ollas de camping, el libro de Doña Petrona que perteneció a mi madrina, la caramelera de mi tía Lila, muchas fotos, varios adminículos inútiles que me siguen a todas partes, de los cuales no sé por qué razón no puedo desprenderme.
Pero el tema de las fotos es bueno, me gusta. Están algunas en un viejo álbum familiar de hojas negras con esquineros dorados, otras sueltas en cajas. Una vez intenté ordenarlas cronológicamente, tratando de ser lo más riguroso posible, y no pude hacerlo. A medida que las clasificaba y acomodaba sobre la mesa, en su secuencia, sentía que se llenaba mi cuerpo de sensaciones: olores, ruidos, mis muertos cantando o hablando, la radio a válvulas, ese tero que me odiaba no sé por qué y me disputaba el patio… después ciertos gestos, caricias, momentos inolvidables, todo bien pero muy fuerte y no pude resistirlo. Abandoné sin lograr mi objetivo. La experiencia fue muy buena, tuve una infancia sencilla y muy pero muy feliz, una buena familia, excelentes amigos, mujeres inolvidables, pero muy fuerte. Ocurrió algo más que recuerdo, y aunque muy grato, muy emotivo. Y no me banqué que se me llenara el pecho de tantas sensaciones.
Acerca de la rosa, después de los poemas de Ungaretti y el de Luis Franco, no queda mucho por decir. Pero a mi me atrajo siempre un personaje de las revistas El Tony y D’Artagnan, que regalaba al fin de la historieta un pimpollo de rosa amarilla a su amada. ¡Un maestro! ¡Cómo deseaba estar en ese lugar!
Acercándonos a la poesía, esa palabra diáfana, empecé a escribir por envidia: mi gran amigo, a los 17 años, había empezado a hacerlo y era el único espacio que no compartíamos. El era mi tutor, los primeros acercamientos fueron reverenciando el paisaje. Después se empezaron a meter cuestiones existenciales, y de ahí al dolor del hombre fue un solo paso. En teoría suena bien, pero reconozco que me es imposible escribir todo lo que tengo adentro, no tengo la capacidad o la inteligencia para hacerlo mejor, aunque reconozco que es honesto y genuino: trato de vivir como pienso y escribo, y eso me hace bien.
Admiro a Luis Franco, un tipo coherente que supo llevar en sí mismo su poesía y sus actos de vida. Y sus poemas, sobre todo “Pan”, me llenan de belleza y sabiduría. Me gusta mucho y me llega profundamente la obra de Edna Pozzi, de Edgar Bayley, Javier Heraud, Jackes Prevert, Ungaretti, Saint John Perse, Maiacovsky (sus obras para circo son alucinantes), Lorca, Pavese, Blas de Otero, Machado, Ariel Canzani D., Julio Huasi, tantos otros, imposible nombrarlos a todos, me encanta esa diversidad de voces que arman un coro magistral para cantarle al hombre y a la vida.
Como antes te dije, intento que mi vida cotidiana se asemeje a la poesía, a la de quienes acabo de nombrar: no se si es circunstancia, destino, el cosmos, es mi elección de vida y me hace feliz.
En cuanto al romanticismo alemán, no conozco demasiado como para opinar, más allá de sus inconmensurables autores. Pero tengo entendido que fue importante para Bertolt Brecht y soy admirador tanto su poesía como de su teatro, esa cosa del distanciamiento que siempre me pareció tan copada. Me he enterado un poco más del romanticismo inglés a través de la lectura del maravilloso libro de Cortázar, “Imagen de John Keats”.
Lo bueno de la poesía es que cuando vivís en ella, siempre te acompaña. Transparencia, soledad, abismos, ruptura, porque está cargada de todo: futuro, pasado, eternidad, sobre todo de energía.
Y lo mejor es que la poesía es como la sal de la vida: se lleva muy bien con mis otras predilecciones como las artes plásticas o la música.
Escuchar a Pink Floyd, Egberto Gismonti con Charlie Haden, Jan Garbarek, Ballaké Sissoko con Vincent Segal, Atahualpa Yupanqui, Larralde o Zuma Paz, son una misma sensación.
Berni y Gambartes, Bottero y Fridman, El Bosco y Goya, son pura poesía.
Lo bueno del arte es poder llegar al corazón del hombre: cada uno con la herramienta que sabe manejar, cada uno desde un flanco distinto; pero eso, llegar al hombre, acosarlo y llenarlo de belleza.
¿Qué fue lo imposible?
Algunos amores, pero no pierdo las esperanzas. Como dijo Arlt, “El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”.
Un abrazote enorme.


 Publiqué, entre otros: Resistencia, Rito de la ausencia, Quién conspira, De espejos poemas y suicidios, Juegos de la Memoria, De los laberintos no se sale por arriba, Los elegidos, Constelación de los días.

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