1. qué objetos te acompañaron toda tu vida?
Desde los seis años (antes de eso casi no tengo memoria), un amuleto de bronce, seguramente indígena, con la figura de una mujer esquemática, de forma ovoide, que encontré en casa de un tío antropólogo. Todavía lo tengo, aunque lo perdí muchas veces, en una cajita sobre los estantes frente a mi escritorio. De tanto persistir en recuperarse después de mudanzas y cambios de vida, alguna vez incluí su idolatría ancestral en un poema o dos.
2. sentís presencias, voces, músicas del trasmundo?
No, este es el único mundo que escucho, salvo que algún sueño o la alteración de la conciencia cuenten como mundos.
3. qué pensás de la rosa, los anillos, el mar y los tatuajes?
El mar me gusta, lo demás no me llamó nunca la atención.
4. cuál es tu superstición?
Escribir siempre con la misma lapicera de medio milímetro, un mismo tipo de cuaderno, alrededor de las mismas horas. Insultar al destino si llega el caso.
5. en qué parte del cuerpo, el aire o el paisaje sentís la poesía?
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6. escribís mientras escribís o antes o después?
Escribo mientras escribo. Antes, poquísimo, alguna cita o ubicación de tema. Después me olvido.
7. qué autores no releerías?
Releería a muchos, incluso a los confortables como Salgari o Mika Waltari, pero seguro que no a otros cuya dificultad era impostada, juvenilmente, Sábato, Piglia o Cortázar, si los hubiera leído alguna vez.
8. de los poetas que conociste cuál, cuáles te parecieron que unían su vida a sus palabras?
Casi todos los verdaderos: Marosa di Giorgio, Fogwill, Arnaldo Calveyra, Arturo Carrera.
9. qué, quién, quiénes escribe en vos?
Tal vez un ritmo lejano, antes del castellano sudamericano; o los autores que me gustaron y están muertos; o las sensaciones de que la vida se colma para indicar el pensamiento imposible de morirse.
10. vuelven algunas palabras, algunos temas o algunos climas?
Vuelven más cosas de las que uno quisiera, aunque por suerte el clima cambia, algunas palabras se pierden. Los temas, como golpes de un martillo incansable, no dejan de volver.
11. en tu vida, la poesía como propósito, destino o circunstancia?
Preferiría no saber qué relación tiene la poesía conmigo. Considero mi vida como la de un escritor que hace ensayos, traducciones, que se interesa por la filosofía y la historia literaria, con muchos ribetes prosaicos.
12. qué quisieras leer mañana, que quisieras releer para siempre?
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13. qué pensás del romanticismo alemán?
Un movimiento importantísimo en el pensamiento, la crítica, las traducciones. Su poesía me afecta menos que su filosofía, a la que debemos muchas ideas actuales, todavía. En orden de importancia para mis lecturas: Friedrich Schlegel, Hölderlin, Hegel. Todavía me falta leer y releer quizá al mayor de todos, que apenas sospecho, Schelling.
14. el silencio, la soledad, la transparencia, el orden, adentro, afuera, a veces, nunca ?
Nunca. No necesito esos parámetros, escribo mejor en bares ruidosos, como en el que estoy justo ahora. Quizá entonces sí: “adentro” pero “afuera” de casa.
15. qué fue lo imposible?
La novela, la que escribí en la infancia y es impublicable.
16. la poesía es una arma cargada de futuro, pasado, eternidad?
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17. la poesía es literatura?
En la lectura, casi siempre lo es. Se ubica, se subraya, se recorta, se admira o se detesta. En la escritura, las únicas novelas legibles para mí se hicieron poéticamente, con ritmos, imágenes, al dictado.
18. qué lugar ocupa la poesía argentina en Latinoamérica y en la lengua castellana?
No estoy seguro de saberlo. Al parecer, un lugar secundario. Como en los vinos, los chilenos tienen mejor marketing.
19. cuáles poetas argentinos te parece que deberían estar y no están?
En el exterior, aunque no sé si los latinoamericanos son un conjunto o un mismo idioma, podría estar presente el más singular poeta que conozco de toda la lengua que hablamos en el siglo XX, Juan L. Ortiz. Acá, ya se lo lee así. Si supiéramos alemán, sería nuestro Hölderlin, aunque también, por potencia de pensamiento formalista, por oído y disposición compleja, sintáctica y gráfica, será nuestro Mallarmé y nuestro William Carlos Williams. Aun cuando sea en el fondo totalmente incomparable.
20. alguien te llevó o fuiste solo a esa palabra oscura?
Llegué a escribir poemas por fascinación sonora, de muy chico. Después, leyendo más, dejé las rimas. Por último, conocí a personas anormales que dedicaban lo mejor de sí, aunque fuera muy poco, a escribir poemas.
21. fuera de la poesía que campo del arte te interesa?
Toda la literatura y casi toda la filosofía. Pero no deja de interesarme la pintura, de modo puntual, en relación con obras cuyas representaciones equivaldrían a mis intentos de contar en verso. Y sobre todo la música, la más banal o la más compleja, siempre que escucho la pasión de una ejecución y la desarticulación controlada del tiempo sucesivo. Pero para mí escribir es pintar, no la música vana de las palabras. Diría incluso que el atonalismo es pintura hecha con sonidos.
22. la poesía es una tarea del espíritu o una emanación de la historia ¿hay espíritu, hay historia?
En todo caso, nada progresa, salvo que la infinitud y la falta de límites sean adquisiciones modernas, como pensaban los románticos. ¿De qué modo, si no, explicar la emoción con que leo un poema hecho en un idioma muerto hace milenios, mal traducido, alejado de su fuente? Ningún dios sobrevivió a esos versos. Tampoco se explica un surgimiento por la acumulación de historia. Tal vez sea algo más antropológico: armar palabras como quien hace utensilios o construye casas. Todo parece cambiar, pero la necesidad que se satisface podría ser la misma.
23. cuál es la mayor dificultad en la relación existencia-poesía?
No veo mayores dificultades, para la poesía es necesaria una existencia y para existir me resulta bastante imperioso escribir algo que no sea prosa de vez en cuando, a riesgo de enfermarme, ponerme ansioso, aumentar mi mal humor. Y sin embargo, podría vivir sin más poesía, pero eso me impediría leer como leo, con la ansiedad del día, y una existencia sin lectura ya es casi intransitable. Por suerte, la alimentación, el cuidado de los hijos, las enfermedades y las estupideces entretenidas del presente, sin mencionar los trámites que depositan en nuestro aburrimiento un germen de experiencia inenarrable, ocupan sólo porciones de la existencia y dejan suficiente espacio y tiempo para otras cosas: distraerse, pensar, garabatear a lo loco. Ay, pero esa porción bien ocupada, con el afecto imprescindible, es lo que desearía la pobre poesía de los papeles de un tiempo gratuito.
24. quisieras responder otras preguntas, quisieras hacer otras preguntas?
No, me siento como Stephen Dedalus en el capítulo penúltimo del Ulises, con el catecismo que lleva a la expresión más íntima. Pero no tengo tanta conciencia, la interioridad me resulta insípida, y creo que por eso no pude responder a la pregunta 5, porque no siento la poesía ni la intuyo, apenas registro una materia, un dato, una frase, como si con el arranque bastara para llegar a alguna parte. Y si la poesía fuera un arma, metáfora que aborrezco y que me hizo saltear la pregunta 16, preferiría el arco y la flecha o la diatriba instantánea, entre los adoradores de Apolo y los fetichistas del presente en las imágenes de sus pantallas. Quizás sólo me importe la poesía en el presente, los lectores post mortem me tienen sin cuidado, y no creo que los muertos sientan nada porque yo los lea, aunque en verdad los uso, no les guardo fidelidad, son canteras de materiales.
Publicó los libros de poemas: El bizantino (1994), Tres poemas dramáticos (1995), Sagitario (1998), Canéforas (2000), El país de las larvas (2001), Hilos (2002), El paseo (2003), Poemas sentimentalesExcursiones (2006), El descuido (2007), La división del día (2008) y La chica del volcánKoré (2000), El cuenco de plata. Literatura, poesía, mundo (2003), Las formas del ensayo (2003). El presente. Poesía argentina y otras lecturas (2008) y Bataille. Una introducción (2005), (2010). Los ensayos: (2011).
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