miércoles, 2 de noviembre de 2011

ARTURO BORRA (SANTA FE,1972)




1.     qué objetos te acompañaron toda tu vida?

Sobre todo, libros. No tanto como soportes de un saber sino como objetos de una promesa que nunca se encuentra. Libros que abrían a un horizonte desconocido, asomándose a un mundo oscuramente presentido.

2.     sentís presencias, voces, músicas del trasmundo?

A lo sumo, músicas disonantes, no de trasmundo, sino de submundo: subterráneos de soledad, voces de ausencia, presencia de un vacío que horada todos los mundos y crea grietas para inventar otros.

3.     cuál es tu superstición?

Quizás la esperanza que sobrevive en un subsuelo: de un saber que se haga sabiduría, de un deseo (político) que module lo real.

4.     en qué parte del cuerpo, el aire o el paisaje sentís la poesía?

Alternativa o simultáneamente, en los nudillos y en el vientre, en esa zona inlocalizable donde la oscuridad puede fecundar.  


5.     escribís mientras escribís o antes o después?

Como un devenir sin término, uno escribe reescribiendo. No sé si los tiempos se conjugan o se expulsan; tal vez uno no haga más que moverse en la tensión de dos tiempos ausentes en los que el presente se debate.

6.     qué autores no releerías?

Son demasiados para enumerarlos. Todos aquellos que no fueron capaces de cuestionarse a sí mismos, de mantener las interrogaciones abiertas, convirtiendo su casa en un espacio de certezas dogmáticas. Sobre todo, los libros que quieren enseñar, trazar doctrina, hacerse consigna, erigirse en máxima de acción o en ley de vida.

7.     de los poetas que conociste cuál, cuales te parecieron que unían su vida a sus palabras?

Desde Gelman a Artaud, pasando por Pizarnik, J.L Ortíz, Vallejo, Aragon, Gamoneda o Celan hasta trazas más próximas como Enrique Falcón, Eduardo Milán o Chantal Maillard. Son muchos los que hacen de sus palabras unas tablas para la supervivencia. Aunque naufraguen, o quizás porque naufragan, muestran un lazo íntimo entre vida y poesía.  

8.     qué, quién, quiénes escribe en vos?

Escriben muchos. Somos escritos por una multitud que desesperada, oscuramente, balbucea o se asoma a ese barranco del que nace la escritura como herida. Incluso en la dimensión más íntima del poema, habla una instancia anónima, impersonal, asediada de añoranza.

9.     vuelven algunas palabras, algunos temas o algunos climas?

Vuelven en sus baldíos, en su incongruencia, con rabia, ternura  y  apremio. Entonces esas palabras tratan de fabricar una ranura para el sueño o aproximar la promesa de un alivio que nunca llega. El claroscuro –como tiempo de contraste- siempre fue el terreno desde el que se fueron gestando esos mundos en vigilia, sombríos, naufragando para seguir viviendo, a pesar de la asfixia, de lo que falta y nos hiere.


10. en tu vida, la poesía como propósito, destino o circunstancia?

Nunca tuve propósito de escribir. Tampoco fue destino, a menos que pensemos que el destino no es más que la proyección de una infancia que da sentido a lo que viene. Circunstancia de supervivencia podría ser una forma de nombrar ese cruce con la escritura. Como quien se aferra a una tabla para rescatar algo del naufragio universal. Sólo desde esa circunstancia, la poesía puede convertirse en algo que sabemos parte constitutiva de nosotros mismos, que da sentido al despropósito y a la falta de destino.

11. qué quisieras leer mañana, que quisieras releer para siempre?

Poetas que no simulan profundidad. Aquellos que se internan en madrigueras procurando forjar una salida. No los simuladores o los mistificadores. Ni siquiera aquellos que cultivan la ironía o la anécdota para situarse en una instancia superadora, a menudo similarmente anecdótica. Me interesan aquellas lecturas que construyen lo poético como un modo de ahondar en lo sagrado, alejado de toda religión instituida. Desde Rilke hasta Nietzsche (como filósofo-artista) son pozos que, precisamente por su radical búsqueda, traen a ese terreno donde no hay nada sólido ya. En vez de una lista interminable de autores, seguiré leyendo a quienes sospechan de los muros y la felicidad, de las emociones-templo o las experiencias atrincheradas en un yo supremo. Por eso prefiero a quienes se desnudan sin exhibicionismo ni acrobacia. 

el silencio, la soledad, la transparencia, el orden, adentro, afuera, a veces, nunca ?

Ningún orden fuera ni dentro: la “verdad de la noche” -como decía Bataille- no se presta a ninguna transparencia final. Un cierto mutismo, que se enreda a las palabras y las hiere de finitud, acompaña casi siempre ese pulso indefinible que arrastra la soledad al hueco de esos «nosotros» de los que formamos parte.

12.  qué fue lo imposible?

Escribir, aunque fuera una imposibilidad irrenunciable. De ahí los desajustes, la reescritura, la necesidad de hablar y la imposibilidad de hacerlo. De esa negociación sin equilibrio nace el tartamudeo o el garabato, la aporía en la que vivimos.


13. la poesía es una arma cargada de futuro, pasado, eternidad?

No sé si la poesía está cargada de algún tiempo o de su negación. La intemporalidad que pudiera arrancarle al instante puede acompañarnos toda una vida o difuminarse en la indiferencia del presente. Brota, sí, de un «tiempo desamparado», pero a menudo uno supone que sólo puede disparar si hay cuerpo sensible, dispuesto a la escucha, a una disposición para dejarse-herir por ese instante que quiere eternizarse. Pero aun si ya no hubiera cuerpo al que herir –una posibilidad nada remota (aunque impredecible) si seguimos empecinados en caminar hacia el desastre-, o menos drásticamente, incluso si las industrias culturales y la cultura del vértigo hicieran más radical el olvido de la poesía, habría todavía mundos subterráneos que insistirían en cargar la poesía de sentidos insospechados. Esa “carga”, en sus mejores versiones, seguirá disparando contra el minucioso ejercicio de in-sensibilización en el que mal vivimos.

14. la poesía es literatura?

Si por «literatura» entendemos una actividad distractiva, una forma de matar el tiempo y ocupar nuestras horas en fantasías sin implicaciones vitales, la respuesta es claramente negativa. Pero si uno lee a Kafka o a Faulkner, por poner dos casos, sabe que lo que está en juego es la vida. La injusticia de la mención es inevitable, porque los otros no son accesorios, desde Sófocles a Esquilo, Bocaccio o Cervantes, Dotoievski o Beckett, Borges o Cortázar, Arlt o Felisberto Fernández, Asturias o García Márquez. Interrumpir la arbitrariedad del “canon literario”, marcado por una impronta masculinista, no niega que en esas escrituras se juegue un sentido de la existencia.
En ese punto, diría que la poesía implica y rebasa lo literario. En el campo de las artes, remite también a la música y, de forma más desapercibida, a la arquitectura como trazado del espacio. Aunque la poesía sea de alguna manera un arte buscado a través del poema, sigue siendo un enigma radical que no podría resolverse con una taxonomía. Me preocupa poco esa discusión.
La verdad que buscamos (y que por eso mismo nos prohibimos de esgrimir contra los otros) puede construirse a través de formas múltiples, incluyendo la «ficción literaria». Más que disociar poesía y literatura, diría entonces que la poesía tiene una dimensión literaria (y en general retórica) a la que no puede renunciar como no sea haciendo mala literatura. Lo decisivo nos devuelve a Hölderlin: ¿Para qué la poesía en tiempos de penuria?.

15. qué lugar ocupa la poesía argentina en Latinoamérica y en la lengua castellana?

Otra vez, me cuesta pensar en una “poesía argentina”. No sé si las fronteras nacionales en literatura son algo más que formas de administrar la disciplina de la “Historia de la literatura”. Como pluralidad, la producción poética que situamos en Argentina es tan valiosa como heterogénea. No puedo decir nada en bloque, aunque sí señalaría que este país ha alumbrado poetas imprescindibles, desde José Hernández hasta Oliverio Girondo o Leopoldo Mareschal. En esa larga enumeración, olvidar a autores como Aldo Pellegrini, Miguel A. Bustos, Hugo Gola, Olga Orozco, José Viñals o Juan Carlos Bustriazo, sería una injusticia. Hay muchos otros, contemporáneos: desde Mercedez Roffé o María Negroni hasta Juana Bignozzi o Arnaldo Calveyra… y el estallido poético actual sin dudas augura un horizonte más que promisorio.  

16. fuera de la poesía que campo del arte te interesa?

Tal vez tenía razón Henry Miller cuando decía que el único arte que no podría morir nunca es la música. El punto es que el cine hoy permite recuperar un registro sonoro y articularlo a la imagen en movimiento. Eso no niega las singularidades, pero crea las condiciones para poder trabajar con campos artísticos diferentes. Son experiencias complementarias y por suerte no tengo que elegir entre ellas.

17. cuál es la mayor dificultad en la relación existencia-poesía?

Si entre existencia y poesía hay una relación de intimidad, los avatares de una no pueden desaparecer en la otra. La mayor dificultad es respirar: en un contexto de anonimato y competencia, donde casi todo conspira para la distancia, la lucha por el reconocimiento es feroz. Incluso en el campo poético se desatan auténticas guerras egoicas y egocéntricas por la distinción. A menudo, asistimos a intrigas de alcoba que se resuelven con exhibiciones patéticas. Pero lo esencial no está ahí sino en esa posibilidad de abrir resquicios para respirar en un paisaje desértico. Nuestro camino es atravesar esa dificultad y, como diría Gelman, levantar la esperanza del suelo.

 

Participé en las antologías poéticas Aldaba (Ediciones Internacionales de Valencia, 2003), Cuadernos Caudales de Poesía (Ateneo Gijón, 2007), Los centros de la calle (Germanía, 2008) y Madrid: una ciudad, muchas voces (Eventos Media Mass, 2010). También he publicado el libro de prosa poética Anotaciones en el margen (MLRS, 2008) y Umbrales del naufragio (Baile del Sol, 2010), así como la plaquette Cielo partido (Zahorí, 2009).


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